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    HERIDOS POR EL AMOR


    HERIDOS POR EL AMOR                                                                        

     

    Paz a vosotros desde el Jardín amado por el Señor!  

    También en este mes renovamos a todos vosotros la invitación a orar para que el Señor sea conocido, acogido y reconocido como autor de la paz. 

    Es muy extraño, nos encontramos viviendo en la Tierra Santa, el lugar más famoso del mundo para el Hombre-Dios, y, paradójicamente, parece que Jesucristo sigue siendo desconocido. Cuando no hay amor, perdón o respeto, hay odio, reivindicación y desprecio; no solo en acciones bélicas escandalosas sino también en nuestro lenguaje común. En esto cada uno de nosotros está llamado a vigilar. Y es por excelencia la llamada que aún hoy el Señor nos hace a cada uno de nosotros: ¡quedaos aquí conmigo, velad y orad! Este mes queremos proponeros una perspectiva franciscana de esta oración que sufrió el Señor, una especie de hermanamiento entre el monte de los Olivos y el monte Alvernia, lugar donde san Francisco recibe las señales del Redentor: los sagrados estigmas. 

    Jesús aquí, según los evangelistas Mateo (26,39) y Marcos (14,35), se postra en tierra, más aún, cae a tierra. El Señor, aquí, podríamos decir que elige "caer" en la caducidad del hombre y, desde el más profundo abismo de la soledad y de la necesidad humana, reza al Padre Celestial. Repite varias veces: "No se haga mi voluntad sino la tuya" (Lc 22,42; Mc 36,36.39). En este entrar suyo en la humanidad herida pone su voluntad en la voluntad del Padre. Hace un gesto que podría parecer normal, pero tiene un valor inmenso: pone la voluntad humana en la voluntad divina. Este es un gesto redentor: a través del misterio de la encarnación entra en la herida del hombre y quita lo que no le pertenece (el pecado), asume lo que le fue dado en dotación (la humanidad y la pertenencia), le da lo que le es propio (la divinidad) a través de la redención. 

    La armonización de la voluntad humana con la divina es el punto neurálgico mismo de la Redención. Es lo que sucede en el monte Alvernia: ¡Francisco vive un momento de soledad y sufrimiento, después de un largo trabajo se entrega a sí mismo y pide que se funda su voluntad con la divina! Sabemos que Francisco nació en Asís, pero en el Alvernia, devolviendo la Orden de los frailes al 'Propietario', hace nacer el franciscanismo! Las fuentes narran esta profunda y sufrida oración del Santo, acaecida la belleza de hace 800 años (17 de septiembre de 1224, cerca de la Fiesta de la exaltación de S. Cruz): 

    "Oh mi Señor Jesucristo, dos gracias te ruego que me hagas antes de que yo muera: la primera, que en mi vida sienta en el alma y en el cuerpo mío, cuanto sea posible, ese dolor que tú, dulce Jesús, sostenías en la hora de tu acerbísima pasión; la segunda, que yo sienta en mi corazón, cuanto sea posible, ese amor excesivo del cual tú, Hijo de Dios, estabas encendido para sostener con gusto tanta pasión por nosotros pecadores" (Fioretti, FF: 1919). Es en esta circunstancia que se le apareció un Serafín alado en forma de Crucifijo y sobre Francisco se imprimen las señales del Señor Crucificado. San Buenaventura sintetiza así la experiencia de Francisco: "El amor verdadero de Cristo había transformado al amante en la imagen misma del Amado" (Leyenda mayor, FF: 1228).  

    Lo que para la humanidad puede parecer una derrota humana y una pérdida de prestigio, para Dios es vida nueva y fecunda. Oramos para que pueda suceder aún este misterio de redención con la ayuda de la intercesión de la Santa Virgen María. 

    En su momento enviaremos el enlace para la conexión, para poder seguir y vivir este hermoso momento de nuestra familia franciscana. 

    El Señor os bendiga

    Hora Sancta

    Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.

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