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    HERIDOS POR EL AMOR,
    AMAMOS A LOS HERIDOS


    HERIDOS POR EL AMOR, AMAMOS A LOS HERIDOS                                                                                                               

    Queridos amigos del Getsemaní, que el Señor os conceda su paz.    

    En este mes, intensifiquemos nuestra oración al Príncipe de la Paz, para que tal don, del todo celestial, pueda crecer dentro de nosotros y para toda la humanidad tan necesitada de Dios, aunque no lo confiese abiertamente. La Palabra del tiempo litúrgico que estamos a punto de vivir tiene su fuerza y toda la Iglesia es invitada por el Señor a tener la mirada puesta en este acontecimiento de luz: es el misterio de la Pascua. En este sentido me parece de gran luminosidad el relato de la creación del hombre y de la mujer, porque narra de manera maravillosa la creación del hombre bajo una clave podríamos decir nupcial. Dios afirma: "No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle a alguien como él, que le ayude" (Gn 2,18). 

    La historia es muy fascinante, y poco después se descubre que el hombre se siente solo. Después de haber dado un nombre a todas las criaturas según los consejos de Dios, el texto nos narra el sentimiento implícito del hombre: "pero no encontró ninguno como él, que le ayudase" (Gn 2,20). Es muy importante para nosotros notar cómo Dios percibe, ve y actúa oportunamente: "Entonces el Señor Dios hizo caer un letargo sobre el hombre, que se durmió; le sacó una de sus costillas y le cerró el sitio con carne. Y el Señor Dios formó, de la costilla que había sacado al hombre, una mujer y se la llevó ante el hombre" (Gn 2,21-22). Subrayo algunos aspectos: es Dios Creador que realiza un milagro hacia el hombre, que se siente solo, dándole una ayuda similar: la mujer. El texto continúa contando la alegría de Adán al ver a la mujer como criatura pensada por Dios mismo (cf. Gn 2,23). Entonces sabemos que ambos, a causa de la serpiente, serán seducidos, engañados y alejados de Dios. Puedo equivocarme, pero estoy convencido de que aquí entró una herida en el corazón de Dios. La criatura en el centro de su creación, hecha a su imagen y semejanza, ¡ha sido arrancada de su presencia! ¡Es una herida abierta para Dios y para la humanidad! (cfr. Gn 2,15-25). 

    Será solo con Jesucristo que dejándose herir viene a sanar esa herida, y su cumplimiento será precisamente en el Gólgota, en la cruz (cf. Jn 19,28-35). En efecto, si en Génesis hemos visto que es Dios quien abre una 'herida' en el costado de Adán para crear una ayuda que le fuera semejante, aquí, bajo la Cruz, es el hombre, en un momento dramático de toda la historia, quien abre una herida en el costado del Hijo de Dios (cf. Jn 19,34-35). Aquí se realiza la nueva creación, nace la Iglesia de la herida de Cristo. Cristo se dejó herir y, herido, entró una vez para siempre en la humanidad herida, para que pueda encontrar paz, fe, esperanza y amor en Él. Esta voluntad de amor divino permanece abierta para la eternidad en las heridas gloriosas del Crucificado. Aquella desnudez original que nos hacía vergonzantes y temerosos ante Dios ha sido revestida de la luz del Resucitado. Nos da la alegría de los hijos de la Resurrección: ¡salvados por Cristo! 

    Me parece que lo que el Señor necesita hoy es el testimonio de personas que aman con este amor completo, testimoniado por Cristo en la Cruz. Suena como un dulce y emocionado imperativo: amar, incluso heridos, como el Señor nos ha amado; amar verdaderamente a nuestro prójimo, necesitado y herido. Nuestra humanidad está herida, todos lo reconocemos. Tenemos una necesidad extrema de su modo de amar: "¡Amaos unos a otros como yo os he amado!" (Jn 13,34-35).  

    María Santísima nos ayude a 'hacer' lo que Él nos ha testimoniado y que nos repetirá una vez más en el misterio de las nupcias eternas (cfr. Jn 2,5; 19,28-35). 

    Sed bendecidos, sentíos recordados en este Jardín.

    Feliz Pascua en el Señor!

    Hora Sancta

    Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.

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