Queridos amigos del Jardín amado por el Señor, ¡paz a
vosotros!
No es automático para todos nosotros vivir el misterio de la
Navidad con serenidad, sin un velo de tristeza, sabiendo que hay personas,
familias, ancianos y niños bajo las tiendas, expuestos al frío y al hambre...
Al mismo tiempo no podemos callar o quitar la fuerza y la esperanza que la
Natividad del Señor ha traído a nuestra humanidad. ¡Es el misterio de la
Encarnación!
La salvación viene solo del Señor y no de nuestras
capacidades de conquista o de dominio, nosotros podemos solamente acogerla
activamente, abriendo el corazón y dando gracias. También el año jubilar que
comenzó hace pocos días debe estar animado por la certeza de que Dios ha hecho
brillar como Luz eterna a su Hijo, el Emmanuel, verdaderamente Dios con
nosotros.
Estamos llamados a llevar esta Luz de Cristo a nuestras
tinieblas, a nuestras contradicciones, a nuestros compromisos y a nuestra
historia colectiva y personal. Él viene a dar luz, y nosotros estamos hechos
para Él, para "caminar en su Luz" (cf 1Jn 1,7). La esperanza nace en
nosotros, en la medida en que la vivimos. La fe pide ser encarnada en nuestra
realidad concreta, una mano abierta y una palabra buena, ser 'pan bueno' para
los hambrientos de amor de hoy.
Una imagen, con fuerza y emoción, me ha vuelto varias veces
en la oración, la percibo como una invitación del Señor: me parece verlo como
el Cordero que camina con nosotros, como un "Mendigo de Amor", en
busca de los suyos que lo aman, que desea encontrar un hombro fiel sobre el
cual apoyar por un momento su cabeza, cansado y herido por las espinas... es el
Rey manso, es el Dios fuerte, nuestro Redentor, es el Amor que busca amor. Es
siempre Él, ¡es el mismo Niño de Belén! Aún hoy, en este mundo lleno de
agresividad y contradicciones, entre rostros distraídos por falsas relaciones
mediáticas, el Señor Jesús viene a nuestro encuentro, se hace pequeño y desea
nacer de nuevo en nuestras casas, en nuestras relaciones, dentro de nosotros.
Acojamos a nuestro Rey, consolemos al Cordero, amemos al
Amor ¡que demasiado poco es amado!
Que este nuevo año jubilar sea una oportunidad para amar más
al Señor y vivir (recibir y dar) su perdón. María Santísima, Reina de la paz,
interceda por todos nosotros.
Con afecto fraterno
Feliz año nuevo en el Señor
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.