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    SANTO ES EL TEMPLO DE DIOS,
    Y ESE TEMPLO SOIS VOSOTROS


    “SANTO ES EL TEMPLO DE DIOS, Y ESE TEMPLO SOIS VOSOTROS”  (1 Cor 3,17)                                                                                                                                                  

    Queridos amigos de Getsemaní, ¡el Señor os conceda su paz! 

    En este mes de julio, dedicado en particular a la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor, no nos cansamos de invitaros a ¡rezar por la paz! Unimos nuestra oración a la del Hijo unigénito, el Señor del universo que todo lo puede. 

    Meditamos sobre el pasaje evangélico en el que Jesús sube al Templo y realiza ese gesto enérgico de expulsar a los cambistas y a los mercaderes, cita a los profetas y afirma: "Está escrito: '¡Mi casa será llamada casa de oración!' (Is 56,7; Jer 7,11). Y vosotros habéis hecho de ella un nido de ladrones!" (Mt 21,13). Serán los judíos, molestos por este gesto, los que le pregunten: "¿Qué signo nos muestras para hacer estas cosas?" (Jn 2,18). Todos recordamos su respuesta: "Destruid este templo y en tres días lo levantaré" (Jn 2, 19). Será ridiculizado sarcásticamente por sus interlocutores, pero no por el evangelista san Juan, que precisa: "Pero él hablaba del templo de su cuerpo" (Jn 2, 21). 

    Esta precisión es muy importante: "su cuerpo". Juan no se refiere aquí únicamente al descendimiento de la cruz (templo destruido), o al descubrimiento del sepulcro vacío, sin el cuerpo de Jesús, ¡porque ha resucitado! (Jn 19,38; 20,12). La palabra tiene siempre significados profundos, más de lo que podemos imaginar: "su cuerpo" no representa solo la fisicidad del Dios humanado sino el misterio de la encarnación y redención de nuestra humanidad. Él ha “habitado” nuestra humanidad y la conoce por entero, en su debilidad, en sus necesidades, en sus límites, y la ha redimido con su sangre. He aquí lo que realizó: con su oración y con su sacrificio hizo de su casa un templo ‘capaz’ de orar, morada viva del Dios vivo. 

    Aquí, en el jardín de Getsemaní, nos muestra hasta qué punto entró en las tinieblas de la angustia y de la muerte para buscar al antiguo Adán perdido, ¡aquí nos encontró y nos encuentra! En este sentido profundo de nupcialidad y de comunión podemos intuir su deseo hacia cada uno de nosotros, su "Cuerpo". Sí, somos su Templo, su Cuerpo, miembros vivos de su Cuerpo, en el que Él se identifica; esto quedará claro con el testimonio de san Pablo al que, como perseguidor empedernido de los primeros cristianos, oiremos que le dice: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" (Hch 9, 4). Somos parte de Él. 

    También hoy el Señor nos dice: "deseo que seas mi casa de oración", nos lo dice personalmente a nosotros, a su Iglesia, Cuerpo místico de Cristo, a todo ser humano. ¡Comprometámonos a convertirnos en su casa, su morada santa, digna de este Dios que nos ha amado y nos ama infinitamente! Purifiquémonos de toda culpa, oremos, intercedamos y hagamos reparación por la humanidad cada vez más marcada por el maligno que, engañador desde el principio, nos sugiere cosas contrarias a la voluntad de Dios y a su proyecto de amor o nos propone cosas mediocres, poniendo freno a la centralidad de Dios, que tanto amó al hombre, tanto que entregó a su Hijo unigénito por nuestra salvación eterna. 

    Interceda por nosotros María santísima para que el Cordero inmolado, Pastor de las almas, mirando a la humanidad necesitada, pueda todavía gritar al 'mar' en tempestad: "¡Calla!" (Mc 4,39). Que esa confianza en Él nos conceda la Paz verdadera, la que nos ha dado a costa de su Preciosísima sangre.

    Hora Sancta

    Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.

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