Queridos amigos de Getsemaní, el Señor os conceda su paz.
En este tiempo tan lleno de sufrimiento y de conflictos percibimos con más urgencia que nunca la necesidad de intensificar nuestra oración. Lo hacemos también en la escuela de María Santísima, en el mes de mayo, para que interceda ante el Hijo por nuestra humanidad herida y necesitada. Pidamos la paz viviendo como pacíficos. ¡Invoquemos la misericordia y la salvación viviendo como salvados! A este respecto me he preguntado: ¿con qué corazón pedimos estos dones celestiales? “Dios te salva pero ¡no te salva sin ti!” Esta es una frase muy conocida de san Agustín. Por una parte afirma la iniciativa divina, por otra nuestra correspondencia. Si por una parte la semilla tiene su fuerza y toda la fecundidad que le es propia es también verdad que las condiciones del terreno facilitan o no el crecimiento del brote. Jesús lo explica muy bien en el evangelio (Mc 4,1-41). Del mismo modo funciona también nuestra vida espiritual: la gracia divina obra más cuanto más uno es digno de recibirla. Ejercitando constantemente la voluntad se domina el instinto humano dirigido a la carne y se restituye el señorío primordial al espíritu, venciendo las concupiscencias, doblegando el ser a las virtudes, doblegándolo como un arco hacia la perfección de las virtudes y sobre todo de la caridad. ¡Así debería ser nuestra relación con el Señor para cumplir su voluntad! Simplemente si lo pensamos es así: cuando uno ama, tiende a hacer feliz a quien ama. Si la gracia de nuestra salvación, don recibido a través del Redentor, es ayudada por nuestra voluntad activa, incansablemente, nosotros permanecemos en Dios ¡y Él habitará en nosotros! (cf. Jn 14,23). No solo eso: con nuestra participación activa, la gracia crece junto con las virtudes que hemos 'alcanzado'… con la solicitud, la vigilancia y en la espera de vivir y 'estar' en la presencia del Señor, vivir la comunión con él y cumplir su voluntad. En pocas palabras: ¡estamos llamados a una vida santa y llena de gracia: ¡dos alas seguras para volar a Dios! Si vivimos una vida de 'pequeños' y de hijos de Dios, esto nos permite tener esa confianza y esa certeza evangélica: "para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda" (Jn 15, 16). Consolados por esta certeza invocamos el don del Espíritu Santo como un nuevo Pentecostés, invocamos con él el don de la Paz, no como la da el mundo, sino como don de pertenencia a Jesucristo, el Rey de nuestras almas y de nuestros cuerpos, el Rey del universo.
El Señor os bendiga!
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.