Queridos amigos de Getsemaní, el Señor os conceda su paz.
En estos días nuestras miradas están orientadas hacia aquí, a Jerusalén, donde todo comenzó con ese "todo está cumplido" (Jn 19,30). Jesús en esta ciudad manifestó el amor extremo por todos nosotros, "los amó hasta el extremo" (Jn 13,1). ¡Este Amor eterno aún es fecundo, está dentro de la historia y perfuma todavía hoy! ¡Su Palabra es eterna, es actual!
Este Amor incondicional y valiente fascina: llega a nuestros hogares, a nuestras pequeñas/grandes iglesias. Ha habitado mi corazón y el de todos nosotros... sí, pobres corazones, pero atraídos misteriosamente por su Luz que va más allá, llena de esperanza: ¡es la novedad del Evangelio! Este Amor y esta Luz han partido de AQUÍ, de la Tierra Santa, y espiritualmente os invito a volver aquí, e imaginaros entrando en este gran "portal místico", cuyas jambas están marcadas por la Sangre del Cordero inmolado, nuestro Salvador (Ex 12,1ss).
Estoy convencido de que esta puerta eterna abierta por el Hijo de Dios es la Pascua del Señor, acontecimiento que todos nosotros estamos viviendo. ¡Es mucho más grande de lo que imaginamos! Es la Tienda "más grande y perfecta” que nos acoge a todos. Es el Santuario "no construido por mano de hombre, es decir, no perteneciente a esta creación" (cf. Hb 9, 11).
En la Pascua del Señor estamos todos invitados, tal como estamos; quizá heridos, decepcionados, necesitados de todo; más aún, me parece que es precisamente reconociéndonos pequeños y necesitados como finalmente somos cogidos por la mano del Buen Pastor, y así es más fácil escuchar su voz y poder estar con alegría cerca del Cordero sin mancha y dejarnos decir una vez más: "¡Mira cuánto te amo, te quiero hasta morir por ti!".
Vayamos juntos a Él y pidámosle, por intercesión de María Santísima, el don de la Paz, no como la da el mundo, sino como solo Él nos la da.
Aún, feliz Pascua en el Señor
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.