“De un día para otro los santuarios se vaciaron, los peregrinos desaparecieron, pero la misión de los frailes no se olvida. Ahora vivimos nuestra primera misión: permanecer en los santos lugares, rezar en los santos lugares, custodiar los santos lugares”. Fray Siniša Srebrenović, guardián del convento de la Agonía (Getsemaní) de la Custodia de Tierra Santa, se encontraba en la basílica la mañana del pasado 7 de octubre cuando también en Jerusalén sonaron las alarmas antimisiles y comenzó una nueva guerra entre Israel y Hamás.
La historia se repite
“Nadie pensaba en un conflicto de esta intensidad”, afirma. Fray Siniša llegó a Tierra Santa en 2006, el año de la guerra del Líbano pero, como la mayoría de los frailes de la Custodia de Tierra Santa, no recuerda periodos especialmente dramáticos, aunque el conflicto israelí-palestino tuvopicos de tensión y explotó durante unos días de guerra de guerrillas. Sin embargo, señala, “si se hojean las crónicas del convento se encuentran estos momentos más atrás en el tiempo, cuando no había gente o había muy pocos grupos”. Ahora la comparación más inmediata y cercana es con la pandemia del Covid, cuando “de un día para otro la gente desapareció de los santuarios”.
La primera misión
Cuando estalló la guerra, el santuario estaba lleno de peregrinos: durante todo el mes de octubre, antes de las cancelaciones debido al conflicto, había más de 30 grupos que habían reservado cada día para sus celebraciones, “lo que significa por lo menos el triple de asistencia” dice fray Siniša. Para los frailes “casi todos los esfuerzos estaban concentrados en la acogida en el santuario, que es parte de la misión, pero muchas veces nos hace perder la dimensión de la oración”. Ahora que “los problemas organizativos han desaparecido, los frailes de la Custodia han vuelto a saborear el gusto de su “primera misión: permanecer en los santos lugares, rezar en los santos lugares, custodiar los santos lugares, independientemente del hecho de que haya peregrinos o de lo que suceda alrededor”.
La oración del Getsemaní
La comunidad de Getsemaní actualmente está formada por cinco frailes. Su jornada está marcada por momentos de oración y de vida comunitaria. Comienza a las 6:30 con los laudes y la misa, y termina a las 18:30 con las vísperas y la bendición eucarística. Luego está la hora santa, todos los días de 20:00 a 21:00, y el jueves a las 16:00 la misa votiva del santuario. “Nuestra tarea, dice fray Siniša, es sobre todo mantener abierto el santuario, garantizar que se pueda visitar y rezar”. Ahora que todo está vacío y silencioso también en los alrededores– el complejo de la basílica está bastante aislado de la ciudad y también de los barrios árabes de Jerusalén Este – , esto es todavía más evidente. “Estamos aquí y oramos, que es la espiritualidad de Getsemaní: Jesús que reza y el Padre que envía el ángel consolador. Este es el lugar de la oración del consuelo. Aquí es precisamente donde emerge con más fuerza la humanidad de Jesús, pero después está la voluntad del Padre: ‘No se haga mi voluntad, sino la tuya’ (Lc 22,42)”.
Marinella Bandini