Queridos hermanos, paz a vosotros desde Getsemaní.
Estamos viviendo momentos de gran aprensión por la confusión
que está creando el flagelo de la guerra. Se ha abierto una herida que costará
cicatrizar. Somos de pocas palabras y quizás estas débiles frases no bastan
para expresar cuán importante es ahora la oración hacia Aquel que es el que
únicamente nos puede salvar: nuestro Señor Jesucristo. Sabemos que nuestra vida
ya se la hemos dado al Señor y, sin embargo, hay personas, también no
creyentes, y no solo aquí en Oriente Medio, que están viviendo la Pasión de
nuestro Señor, un verdadera y auténtico "viacrucis". Nos encontramos
en el Gólgota, casi impotentes, incapaces y conscientes de que no podemos hacer
nada, tan solo, si acaso, estar ahí presentes. Os pedimos también a vosotros
esta presencia: estamos junto a los 'miembros' doloridos del Señor en lo que y
como podemos. Son miembros del único Cuerpo, ellos son los crucificados de estos
tiempos. ¡Y son estos últimos quizás los que nos acercan misteriosamente al
corazón de María santísima, al discípulo amado y a las otras mujeres que, al
pie de la cruz, imploran de Dios Padre piedad!
Así es. Deberíamos pedir clemencia... Como en estos días que
hemos rezado al Señor con estas palabras: "Has perdonado las culpas de tu
pueblo por las oraciones de pastores santos que intercedían como Moisés, por
sus méritos purifica y renueva siempre a tu Iglesia" (Vísperas, del Común
de Pastores, Liturgia de las horas).
Nosotros lo sabemos bien, no somos ni santos ni pastores... pero,
hoy más que nunca, percibimos la gran responsabilidad de ser una sola voz que
sube a Dios como "pequeños Moisés" que interceden, para que el Señor
pueda poner fin a toda adversidad y tenga piedad de esta humanidad herida. No
nos dejemos "robar" por el maligno la gran esperanza luminosa de que "todo
es posible para Dios" (Lc 1,37) y que Él, por el don supremo de su Hijo,
ya ha vencido al mundo (Jn 16,33).
María Santísima, Reina de la Paz, interceda por todos
nosotros y por la salvación del mundo.
Vigilantes cum Christo
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.