Queridos amigos de Getsemaní ¡el Señor os conceda su paz! Este primer jueves de mes cae en una ocasión especial para nosotros los franciscanos: es el día de nuestro querido padre san Francisco. La coincidencia litúrgica de este pequeño-gran santo me ha ayudado a mirar con asombro los santos lugares donde vivimos, yo diría que desde una perspectiva particular: la cercanía divina. Normalmente percibimos la cercanía del Señor cuando nos convertimos en buenas personas, cuando somos buenos y generosos, o cuando tratamos de ser justos y rectos. ¡Todo es verdad! En nuestro camino de la escucha de la Palabra me sorprende continuamente cómo la cercanía del Señor se manifiesta sin embargo de modo diferente: Él se siente continuamente atraído por nuestras necesidades y nuestras debilidades... aspectos que solemos ocultar para mostrarnos autónomos y fuertes. Todo esto expresa su Nombre maravillosamente: Él es el Salvador. Por lo tanto, para Él, entrar en la Noche, en la oscuridad, en la angustia y experimentar la tristeza del alma hasta la muerte, la soledad, el malentendido y la traición … y entrar en la lucha hasta sudar sangre (Lc 22: 40-53), son aspectos que misteriosamente nos muestran su total cercanía, su amor infinito por nosotros. Contemplemos este gran misterio para que podamos reconocer con fe y esperanza la poderosa cercanía del Señor hacia todos nosotros. San Francisco ha relatado en su vida esta cercanía del Señor tanto como para desear "recorrer los caminos del mundo llorando la pasión de su Señor". (Fuentes Franciscanas: 1585)
