Queridos amigos de Getsemaní, paz a vosotros. Nuestra oración de este mes querría prestar atención a lo que el Señor vivió aquí en Getsemaní como Dios y como Hombre. Cuando pensamos en el Señor aquí en su angustia a veces nos arriesgamos, por un lado, a disminuir el misterio de la redención que ha tenido lugar aquí, haciendo de ello un hecho puramente humano. O, por el contrario, absolutizamos la divinidad de Jesús al empobrecer el misterio de la Encarnación ... de su sentir el sufrimiento, el abandono o la fatiga de la lucha contra el maligno. Estas dos perspectivas en antítesis, si se siguieran, conducirían de nuevos a herejías que ya se han repetido a lo largo de la historia y a las que hizo frente la Iglesia precisamente porque desfiguraban el Rostro y la identidad de Jesucristo, nuestro Señor. De hecho, es precisamente en nuestro Credo que profesamos estas dos realidades unidas en una sola persona: Jesucristo, verdadero Dios, verdadero Hombre. San Máximo el Confesor, en este sentido, es esclarecedor. Dice: "Lo que se manifiesta como consentimiento voluntario (el FIAT de Jesús en Getsemaní: “que se haga tu voluntad, no la mía”) es el hecho de que nuestra salvación es querida de una manera humana por una persona divina". Espero que esta sabia síntesis nos ayude a percibir cuánto nos ha amado el Señor ... Ha entrado en nuestra humanidad y ya no se ha separado. Es como si él nos repitiera: "¡Realmente te amé ... todo el camino!"
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.