Este mes os comparto una historia tomada de los Sermones de San Antonio de Padua. Cuando lo escuché (en la fiesta del santo, el pasado 13 de junio), me conmovió. Luego comprendí el motivo: es un Sermón del Jueves Santo, en el cual San Antonio, con esta alegoría, recuerda la Pasión de Dios por nosotros los hombres. Es una síntesis de nuestra redención... ¡Cuánto nos amas, Señor! Esta acción salvífica está todavía hoy abierta a toda la humanidad. Oremos para que se cumpla su voluntad en nosotros, acojamos el bien y el deseo que el Padre tiene para cada uno de nosotros. "(...) un rey tenía un anillo de oro adornado con una gema preciosa. El anillo, que era muy querido para él, se le resbaló del dedo y cayó en una cloaca, por lo que tuvo un gran disgusto. Al no encontrar a nadie que pudiera recuperar el anillo, se despojó de las vestiduras propias de su real dignidad, vestido de saco bajó a la cloaca, buscó el anillo durante bastante tiempo y, finalmente, lo encontró: al encontrarlo, lleno de alegría lo llevó de vuelta con él al palacio. Ese rey es figura del Hijo de Dios; el anillo representa a la humanidad; la gema preciosa incrustada en el anillo es el alma del hombre. Este, desde la alegría del paraíso terrenal, casi deslizándose del dedo de Dios, cayeron en la cloaca del infierno; para el Hijo de Dios supuso un gran disgusto esta pérdida. Buscó entre los ángeles y entre los hombres a alguien que pudiera recuperar el anillo, pero no encontró a nadie, porque nadie era capaz de hacerlo. Entonces se despojó de sus vestiduras, se anonadó a sí mismo, se puso el saco de nuestra miseria, buscó el anillo durante treinta y tres años y, finalmente, descendió a los infiernos y allí encontró a Adán con toda su posteridad: lleno de alegría se llevó a todos con él y los devolvió a la felicidad eterna”. (De los Sermones de San Antonio de Padua, Jueves Santo) AQUÍ en Getsemaní, en esta Roca santa, contemplamos en silencio el don supremo del Señor en el Santísimo Sacramento. Démosle gracias y restituyamos el Amor en nuestra común cotidianidad.
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.