Queridos amigos de Getsemaní, ¡paz a vosotros! Estos días del tiempo pascual son iluminados desde la Promesa de Jesús, desde la fuerza de suPalabra y la comunión con el Padre y con nosotros. La paz y la gracia que el Señor nos da consu Presencia son verdaderamente dones grandes, inmensos y sorprendentes.A veces todo parece un sueño… un momento, y un velo de tristeza hace que mi rostro seoscurezca cuando miro el sufrimiento y la desesperación de otros rostros, especialmente de losmás pequeños e inocentes, que manifiestan de modo explícito, con el llanto o silenciosamente,con la rabia o con el dolor del abandono, la oración más veraz: “¡Señor, ven, socórrenos,ayúdanos! Solo tú eres nuestra salvación”.En esos momentos me gustaría ser la voz de una oración que vuelve a mí como un bálsamosanador… Querría ser como un pétalo de rosa roja arrojada AQUÍ sobre la Roca, y ser asociadoa las gotas de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor. “He aquí que yo te acojo, Sangre de mi Jesús,y te asperjo sobre la Iglesia, sobre el mundo,sobre los pecadores, sobre el purgatorio.Ayuda, conforta, purifica, enciende, penetra y fecunda,oh Divinísimo Néctar de Vida,que no ponga obstáculo a tu fluir la indiferencia y la culpa,sino, al contrario, para los pocos que te aman,para los infinitos que mueren sin ti, apresura y derrama sobre todosesta Divinísima lluvia...".
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.