Normalmente cuando aquí en Getsemaní estoy en adoración ante el Stmo. Sacramento centro mi atención en la invitación que Jesús hace a sus discípulos… a su forma de rezar y actuar, suave e insistente en la lucha. Siento asombro y emoción…
Este mes me gustaría compartir con vosotros una invitación que percibo como un regalo que requiere un "paso" de nuestra parte, de nuestra voluntad: no dejemos solo al Señor en Getsemaní… permanezcamos junto a Él, tal como estemos y como podamos quedémonos junto al Señor en ese lugar que nosotros mismos percibimos como “Getsemaní”.
¡Cuántos Getsemanís hay en el mundo! ¡Esta es la llamada que Él nos hace a cada uno de nosotros!
A una mística del siglo XX el Señor le dice: “El Sacramento condensa el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu Jesús. Por eso, al orar con espíritu de reparación a Mi Eucaristía, se reza no solo a mi Cuerpo sino también a mi Sangre, además de a mi Alma y Divinidad (…). Pido que mi Sangre sea utilizada por las infinitas necesidades de las almas. No dejéis que este océano de poder no dé fruto”.
