Queridos amigos de Getsemaní, ¡paz a vosotros! Estamos en los primeros pasos del Adviento, un tiempo fuerte y lleno de espera, en el que la santa liturgia nos invita a vigilar, a estar atentos, a prepararnos para acoger ¡al Señor que viene!Compartimos una imagen… como si fuera un icono: pensemos e imaginemos que nos encontramos con la santísima Virgen María, con san José a su lado… Ella tiene barriga de más de 8 meses de embarazo, desde aquel encuentro con el Misterio pleno de Luz. ¡Ahora la luz la tiene dentro! Las antiguas Escrituras, por decreto de Dios, ¡se están cumpliendo!Es Ella la que nos lo cuenta… ¿qué quiere decirnos? ¿Cómo nos lo dice? Con una gran sonrisa pero quizás también con un velo de realismo, que habla de su pequeñez frente a un Misterio tan grande y a un mundo tan poco preparado y ¡tal vez incapaz de comprender!En el prólogo de Juan (Jn 1,1-18) encontramos este decreto divino, real y tenaz… ¡en el amor! Él decide entregarse a la humanidad ¡incluso si los suyos no le acogen! Esta es una verdad teológica que permanece aún hoy y que ilumina Getsemaní: AQUÍ el Hijo de Dios se entregó y ofreció aunque el hombre no le acoja y esté distraído…. ¡indiferente! Todos nosotros tenemos experiencia, en nosotros mismos y fuera de nosotros (basta observar cómo continuamente surgen en el mundo focos violentos que nacen de la prepotencia del mal y del odio que inducen al hombre a dominar y “desfigurar” ¡la imagen de Dios que el mismo hombre tiene!).María Santísima y san José nos sirven de ejemplo para vivir la acogida. Que sea una ocasión para interceder por nuestra humanidad y por el hombre de hoy, que busca la belleza y el calor del amor en la grandeza de este mundo... cuando, en cambio, el verdadero Amor se vuelve pequeño y humilde. Feliz Adviento y Feliz Navidad en el Señor!
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.