Queridos amigos de Getsemaní, ¡paz a vosotros! Os invitamos a venir aquí con nosotros con vuestra imaginación, para poder contemplar en estos días la belleza de la naturaleza, admirar y sentir el dulce perfume del almendro en flor. Junto a toda esta maravilla del Creador os invito a mantener la firme esperanza de que la Palabra de Dios se cumple como Él prometió. De hecho, para nosotros, al estar aquí, frente a Jerusalén, es fácil pensar de inmediato en esta palabra revelada por Dios al profeta: "¿Qué ves, Jeremías?". Respondí: "Veo una rama de almendro". El Señor agregó: "Lo has visto bien, porque yo vigilo sobre mi palabra para realizarla"(Jer 1, 11-12). A veces, durante nuestro trabajo… cuidando de este jardín sagrado… hablo con Dios, en silencio y le pregunto: “Señor… cuánto desearía que pudieras realizar tu Palabra, como tú quieras, ¡en tu imaginación! Se puede cumplir tu Promesa”. Al ver también el engaño del mal que lleva al hombre a la violencia, la injusticia y el sufrimiento, reconozco dentro de mí un celo: el deseo inminente de su regreso... Entonces pienso en su "sudor que aquí se convirtió en gotas de sangre que caen al suelo" (Lc 22, 44)… y todo mi fuego dura solo un instante y recobro de nuevo la serenidad y la fuerza cuando siempre en el diálogo interior le confío: “Señor, si este esfuerzo y este sudor nuestro sirven para devolver a un hijo perdido o alejado... Señor, estoy feliz y dispuesto a colaborar en tu plan de Salvación". En este mes, queridos amigos, ofrecemos nuestra pequeña pero importante oración, nuestro sudor… que sea la intercesión, la reparación y la ayuda al Señor, para que todo pueda ser como un canto de la liturgia festiva de los que están en el cielo.
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.