Queridísimos amigos de Getsemaní, ¡la Paz sea con vosotros! Apenas acabamos de empezar el nuevo año y tal vez todavía tengamos en nuestra mente y en el corazón el pesebre de Belén que acogió al Señor que se hizo hombre. A menudo, en estos días de Navidad, me he quedado pensando en San Francisco que, en Greccio, al regresar de Tierra Santa, expresa a su amigo íntimo llamado Giovanni su deseo de ver con sus ojos y tocar con su mano las dificultades que el Niño había encontrado al asumir nuestra condición humana y, por lo tanto, su deseo de representar un pequeño Belén en vivo (Fuentes Franciscanas FF: 466-471). Cada vez estoy más convencido de que este gran santo, que se hizo pequeño, ha intuido un secreto que aún hoy permanece oculto para nosotros, sus hijos. Misterio... las características de "ver" y "tocar" parecen expresar no solo una necesidad humana que nos pertenece a cada uno de nosotros, sino que también representan una forma concreta en la que experimentamos la cercanía real de Dios. Al mismo tiempo, con una mirada teológica más amplia y profunda del Evangelio que escuchamos, debemos admitir que Dios, en el don supremo del Hijo unigénito, ve con sus propios ojos y toca con sus propias manos nuestra necesitada humanidad... Gran Misterio, antiguo y ¡siempre nuevo! Dios 'experimenta' nuestra vida ... nuestra vida es conocida, visitada, habitada por Jesucristo. Nuestro deseo a principios de año es precisamente este: que podáis "experimentar" cuánto amó el Señor nuestra humanidad y que nos ama infinitamente.
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.