Queridos amigos de Getsemaní, ¡paz a vosotros desde Jerusalén! ¡Todos notamos con aprensión cómo este tiempo de pandemia está silenciosamente creando división, desconcierto y un sentimiento dramático de miedo y confusión, sin contar las consecuencias económicas que para algunos tocan la desesperación! Este ‘mal', no podemos llamarlo de otro modo, viene a afectar aspectos vitales de todo ser humano: en particular la relación entre nosotros y, de modo solapado, con Dios, y nos obliga a estar cada vez más aislados y en soledad. Desde este lugar santo, Getsemaní, pienso una vez más en cuántos 'Getsemaní' hay en el mundo en este momento histórico... Me refiero a la humanidad que está viviendo esta gran prueba y pienso que el Señor ve, conoce y comprende ¡este sufrimiento y esta lucha! ¡También los discípulos conocen esta prueba! Aquella noche, llegan aquí y pasan de una situación solemne y festiva (la Cena pascual) a una situación nunca vista e inesperada: el Maestro suda sangre y sufre y "está a punto de ser entregado en manos de los hombres" (Lc 9, 43); de repente la situación se precipita y se rompe su ideal, el mundo soñado de paz y justicia se derrumba. En pocas horas se encontrarán dispersos, solos y asustados. Jesús lo había predicho (Jn 16, 32).Pero precisamente en este momento de "prueba" Nuestro Señor Jesucristo pide a los discípulos de ayer y de hoy que estén junto a él en oración (Mt 26, 38), nos invita a vigilar porque conoce nuestra fragilidad, la que Él mismo experimentó como hombre: "el espíritu está pronto, pero la carne es débil" (Mt 26, 41). En este tiempo difícil, en el que somos examinados como el grano, pedimos al Señor el don de poder permanecer disponibles y fieles a su voluntad, porque si permanecemos junto a Él nada ni nadie podrá realmente dañarnos o asustarnos ("no temáis al que puede matar el cuerpo, sino temed al que puede matar el espíritu", cf Mt 10, 28). Busquemos el modo más adecuado para vivir esta cercanía al Señor, a través de la oración, el ayuno y la participación en los sacramentos. Permanezcamos unidos espiritualmente en la oración
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.