Queridos amigos de Getsemaní, la paz sea con todos vosotros! La escucha de la Palabra de Dios, que acogimos la semana pasada, ha llamado mi atención varias veces sobre la invitación que el Señor hace AQUÍ en Getsemaní a los discípulos de todos los tiempos: ¡''Velad y ora'' (Mt 26, 41)! Una invitación explícita se da en este pasaje: ''Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Tratad de comprender esto: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre'' (Mt 24,42-44). A continuación, al Señor pone de ejemplo la parábola del siervo fiel, que vive su servicio pensando y amando y esperando, por tanto, el regreso de su amo... vigilando. En el caso contrario está el siervo malvado, a quien no le importa el dueño de la casa y empieza a comportarse mal, olvidándose del servicio que le ha confiado su amo, como si no fuera a volver y, peor aún, ¡como si no existiese! Me llama mucho la atención la invitación de Jesús: ''Tratad de comprender esto:...''. ¡Es una invitación dulce y fuerte, como si quisiera despertar nuestras conciencias, una invitación siempre actual! En este tiempo nuestro, un poco confuso, en el que todo parece fluctuante, carente de importancia o inútil, la invitación del Señor –velar y orar- puede adquirir este importantísimo significado: permanecer fieles en las pequeñas cosas, en los acontecimientos cotidianos de nuestra vida, como pequeños discípulos, humildes, que reconocen y saben que el Señor está, volverá y que su Promesa es eterna y ¡digna de absoluta confianza! Demos gracias, oremos, vigilemos con el Señor desde ESTE jardín, para que se cumpla su voluntad.
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.