Queridos amigos, ¡paz a todos vosotros desde Jerusalén! Celebrando la santa Eucaristía frente a esta ciudad de Dios, en la comunión del único Pan y del único Cáliz, nos preguntamos cómo podemos reforzar y compartir nuestra oración para poder ser la Iglesia (asamblea) que intercede como al principio con "un solo corazón y una sola alma" (Hch 4, 32), haciéndonos cargo los unos de los otros y de toda la humanidad. Debido a la pandemia en todo el mundo, el tiempo que vivimos es de incertidumbre y miedo. Son muchas las personas que esperan que todo vuelva a ser como antes y algunos se comportan con irresponsabilidad, como si nada hubiera ocurrido y todo fuera una invención. Son muchos los que se aprovechan de esta situación caótica y llevan adelante su ideología para aumentar su propio interés. Otros, en cambio, tienen "miedo del miedo" y se han aislado en una fría soledad, sin afectos y encuentros constructivos.Si tuviéramos que utilizar una imagen representativa de esta situación, parece que lo que se ve es una multitud de personas solas, divididas entre ellas y tristes, una realidad que se aleja del deseo de Dios de vernos alegres, unidos entre nosotros y en comunión con Él. No creemos ser presuntuosos sino que estamos seguros de que desde este Lugar Santo, único en el mundo, estamos llamados a acoger y "esparcir", como una mística lluvia benéfica, su Sangre sobre todo el mundo, sobre cada ciudad, sobre cada casa, sobre cada persona, para que podamos encontrarnos, en la comunión espiritual, juntos, elevando un único "gracias" al Señor para implorar su ayuda y la salvación. ¡Solos, no podemos hacer nada! Invitamos a cada uno a encontrar el modo de vivir esta intención de oración, para ser un pequeño oasis en el que el Señor es implorado, buscado, amado, acogido con confianza y disponibilidad. Hagámoslo en la pequeña pero importante realidad en la que nos encontremos: en el mismo ocaso, en la misma oración, en el partir el Pan, en la misma lucha, en la misma esperanza... nos encontramos, con la certeza de que el Señor mismo y María Santísima Asunta al cielo, están con nosotros. Amén.
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.