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    EL CENÁCULO Y LA CRUZ

    Queridos amigos de Getsemaní, ¡la paz sea con todos vosotros!
    Este mes queremos compartir con vosotros parte de la homilía de Su Excia. Mons. Pierbattista Pizzaballa, Administrador apostólico del Patriarcado Latino, con ocasión de la Misa Crismal celebrada aquí en nuestra Basílica el pasado 18 de junio de 2020 (la misa crismal se celebra el Jueves Santo pero este año, a causa de la epidemia, se pospuso). Hay algunas alusiones profundas a lo que el Señor ha vivido en este jardín por todos nosotros. Ojalá sea motivo de oración y meditación del Misterio que AQUÍ se ha cumplido y todavía hoy, el Señor nos pide a todos nosotros que vivamos su Palabra. 
    “(...) Junto a Jesús y como Él, entre las muchas voces confusas que hemos escuchado en los últimos días, como Iglesia y como sacerdotes tenemos la gracia y la tarea de hacer resonar ante todo la Palabra de Dios. Es la Palabra la que corrige visiones antropológicas demasiado miopes; la que dilata estrategias políticas y sociales demasiado restringidas, la que indica a nuestras comunidades, cansadas y desorientadas, caminos evangélicos de fe y de esencialidad, de sobriedad y de compartir. Solamente así no nos dejaremos llevar por un optimismo general y barato. Al contrario, en la Palabra de Dios encontraremos la fuerza y la valentía de gestos y palabras de esperanza, fundada en el Dios de la Alianza, que -como nos recuerda el profeta Isaías- nunca rompe su promesa de reconstruir sobre nuestras cenizas (...) No debemos inventar nuevos lugares o nuevos papeles de la Iglesia y de los sacerdotes en el mundo, sino sólo recolocarnos en el lugar que fue de Jesús y que debe ser también el nuestro: el Cenáculo y la Cruz. No quiero hacer una apología del dolor, sino recordar que se puede estar en el dolor transformándolo en ofrenda, hasta el don de sí mismo. El lugar en el que nos encontramos, Getsemaní, nos vuelve a llamar precisamente a esto, a un abandono total en la voluntad de Dios. Estamos aquí hoy también para asumir nuevamente el compromiso de hacer nuestra su voluntad y su vida. Y seríamos ilusos si pensáramos que este abandono viene por sí solo, como algo automático. El mismo Jesús en Getsemaní vive la experiencia de una lucha dramática, de la tentación que le llevaría a preferir su propia voluntad: "¡Padre mío, si es posible, aparta de mí este cáliz! Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú" (Matt. 26,39).
    Aquí en Getsemaní está en juego la relación de Jesús con el Padre, que es constitutiva de la identidad de Jesús, que es Hijo y sólo Hijo. Desde siempre Jesús ha vivido con el Padre una relación filial de amor, de obediencia, de confianza completa, de reciprocidad. Pero ahora Jesús siente que esta fidelidad al proyecto del Padre le pide que renuncie precisamente a su propia identidad de Hijo. Se trata, en efecto, de tomar sobre sí el pecado del hombre, es decir, la desobediencia al Padre. Paradójicamente, para ser fiel al Padre, Jesús debe perderlo. Perder al Padre, vivir con el hombre pecador la extrema lejanía de Dios, aceptar esta total soledad y abandono, es la única manera en este momento de permanecer Hijo. Es, paradójicamente, la única manera de amar al Padre en esta hora decisiva. 
    Aquí en Getsemaní está en juego también la relación con los propios hermanos, con la humanidad que Jesús asumió y que los discípulos representan muy bien. En este momento decisivo, Jesús debe dar la vida a sus hermanos que, en ese momento, ¿qué hacen? Duermen, no están con Él y manifiestan, pues, a sus ojos su extrema fragilidad. Está en juego otra relación muy importante: la relación con el maligno, con Satanás. Que aquí vuelve con su fuerza tentadora y espera encontrar un Jesús débil, quiere vencerlo, insinuarse entre el Padre y Jesús como se había insinuado entre Dios y Adán, como trató de hacer al principio, con las tentaciones del desierto. Satanás quiere separar a Jesús del Padre, tentándole a hacer su propia voluntad y no la del Padre. A la luz de todo esto, aquí en este Lugar y en nuestros diferentes “Getsemanís”, todos nosotros, pero sobre todo los obispos y sacerdotes, decimos y declaramos nuestra voluntad de unirnos a Jesús, de identificarnos con Él" (...)
    Intercedamos con prontitud al Señor por los numerosos "Getsemanís" que se encuentran en el mundo, que requieren la ayuda y la presencia de Dios. 

    Hora Sancta

    Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.

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