Queridos amigos de Getsemaní, ¡la paz sea con vosotros! Los dones del Señor son siempre muchos, a pesar de las dificultades que la pandemia está creando a nivel económico y, sobre todo, a nivel personal, en la mente y en la psique de muchas personas frágiles. Pero la Promesa del Señor no mengua, y ser conscientes de esto debería ayudarnos a tener una mirada cada vez más trascendente, que sube a Él, para vivir de Él y de su Palabra… ¡de su Espíritu! También nosotros, el domingo pasado, fiesta de Pentecostés, desde este santo lugar, mirando hacia el Cenáculo, invocamos el don del Espíritu Santo. Seguimos aún cantando los himnos de la liturgia aunque en estos días haya comenzado ya el Tiempo ordinario. Nos parece que así intuimos mejor la experiencia nueva que experimentó la primera Iglesia (¡hombres y mujeres como nosotros!), divulgando por doquier el Evangelio que partió de Jerusalén.¡Fascinante e importante es poner la atención en cómo lo "extraordinario" (el Resucitado) entró en la vida "ordinaria" de los primeros cristianos! Deberíamos recordarlo: ¡es así también para nosotros! La fuerza del Evangelio es actualidad, y esto significa que nuestra vida cotidiana puede ser Evangelio. El mismo Señor AQUÍ en Getsemaní entró en este lugar ‘ordinario' ("a donde acostumbraba ir…" Lc 22,39; "a menudo se retiraba a ese lugar…" Jn 18,2) para cumplir la voluntad del Padre: ¡amar! Que el Señor nos ayude a vivir su Evangelio con mayor conciencia.
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.