¡Paz a todos desde el Huerto amado por el Señor! En estos días el Señor nos ha invitado muchas veces a convertirnos y ser como niños para entrar en el reino de los cielos (Mt 18, 3-6). Las diversas celebraciones litúrgicas de esta última semana también aluden a la belleza y quizás al secreto del camino de la pequeñez (Santa Teresita del Niño Jesús, los Ángeles de la Guarda y San Francisco de Asís). Todo habla del Evangelio y el Evangelio lo dice todo.Un pequeño ejemplo: es curioso y llamativo cómo San Francisco descubre a Dios en los leprosos, en la humanidad y en la humanidad que sufre, desfigurada. Él mismo lo relata en su Testamento: “Me pareció demasiado amargo ver leprosos, y el Señor mismo me condujo entre ellos y les mostré misericordia. Y mientras me alejaba de ellos, lo que me parecía amargo se transformó en dulzura de mente y cuerpo. Y después me quedé un tiempo y dejé el mundo ”. Son muchos los episodios y ejemplos en los que San Francisco vive amando al prójimo concretamente hasta el punto de olvidarse de sí mismo, y es precisamente allí donde encuentra a Dios en lo humano. Francisco tiene el don de mantener unido lo humano y lo divino dentro de la vida humana; la historia, la realidad. El “Poverello” de Asís ama la vida creada ... y allí encuentra a Dios, tal vez esa sea su belleza y su actualidad. Paradójicamente, una gran provocación para todos los franciscanos.Pero si logramos intuir este misterio luminoso en San Francisco que en lo humano encuentra a Dios ¿cuánto mayor es el amor del Señor que AQUÍ, en este Huerto, se deja encontrar (Jn 18, 4-12)? ¡Todo el Evangelio es como una "carta de amor" del Altísimo Padre Celestial que a través del Hijo nos cuenta el canto y la poesía de Dios que busca la humanidad eligiendo hacerse comprensible y humano! Contemplamos, agradecemos, devolvemos en alabanza cada gracia recibida, con nuestra pobre oración y le pedimos al Señor de poder ser, donde estamos, con quien estamos, sus instrumentos en esta humanidad necesitada de Dios.
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.