Queridos amigos de Getsemaní, ¡paz a vosotros! Os acompañamos con este escrito deseándoos un nuevo año… ¡que sea en el Señor! Este tiempo de la Navidad del Señor se caracteriza por el canto de los Ángeles hecho a los pequeños pastores. ¡Dejémonos tomar de la mano por los pequeños para estar entre los pequeños que el Señor ama! Este misterio de la Encarnación es el gran misterio del deseo de Dios de comprometerse con nosotros, los hombres, más allá de nuestra capacidad y conciencia de acogerlo. Os comparto un pensamiento que también nosotros hemos recibido en estos días.¡Cada ser humano, más allá de sus creencias, desea crecer… ¡evolucionar! En efecto, el niño desea hacerse grande, adulto; todo hombre, a través de la inteligencia, la cultura, la formación, desea hacerse poderoso para inventar, construir, dominar. El dominio lleva al hombre al deseo de “reinar” (en el orden político, social, religioso), con el gran riesgo de hacerse “dios” en contra de la creación y las criaturas, algo que ¡se desliza silenciosamente como un veneno! En toda esta subida por parte del hombre, solo Dios, el Altísimo, ¡¡¡tiene el deseo de hacerse Niño!!! ¡Este es nuestro Dios! “Antes de mí nadie era Dios, nadie después de mí: ante mí se doblará toda rodilla, me ensalzará toda lengua” (Antífona del Magníficat de las Primeras Vísperas III domingo de Adviento). Así sucedió también AQUÍ en Getsemaní, en el Jardín donde el Hijo del Altísimo, unido a la voluntad del Padre, decidió, en la mansedumbre y en la pequeñez, cantar eternamente el Amor sobrehumano por todos nosotros, amor que ninguna fuerza de ningún tipo puede detener. Participemos en este designio de Salvación diciendo nuestro gracias, intercediendo por toda la humanidad tan necesitada, haciéndonos pequeños y manteniendo la esperanza ante la compleja historia que está en manos del único Señor, ¡Dios Trino y Uno!
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.