Queridos amigos de Getsemaní, ¡paz a vosotros desde Jerusalén! En estos días estamos acogiendo el gran don de la Palabra de Dios, que nos narra siempre la riqueza del encuentro. A veces es Dios quien busca al hombre y lo visita con su presencia misteriosa, como los ‘tres hombres' que encuentran a Abraham junto a la encina de Mambré (Gn 18, 1-15), otras veces es el hombre el que busca al Señor pidiendo la gracia de la curación, física y espiritual, como el Centurión que pide la curación del siervo enfermo, la suegra de Pedro que es curada y muchos otros endemoniados y enfermos que puntualmente ¡Él libera y sana! (cf. Mt 8,5-17). Cualesquiera que sean las perspectivas y las situaciones, a pesar de las diferencias, se produce el encuentro: Dios se da a conocer, interviene y actúa. No permanece indiferente a las necesidades de la humanidad menesterosa. Este modo de ser-hacer-actuar de Dios nos ayuda a contemplar el misterio de Getsemaní. Jesús AQUÍ desea el encuentro con nosotros, con la humanidad necesitada de redención... Más aún, parece Él necesitado de nosotros para redimirnos. ¡Qué misterio! ¡Dios-Hombre, pero como Hombre-Dios! Pidamos al Señor la gracia de ser, aun en nuestra pequeñez, discípulos que le consuelan, que le aman, que le acogen así como Él, el Dios Altísimo, desea presentarse a nosotros en nuestra necesidad... en la humildad de nuestra condición humana. En este primer jueves de julio, en nuestra Basílica celebramos con solemnidad la fiesta de la Preciosísima Sangre de Jesús; uníos a nosotros en la oración, que su Sangre sea derramada sobre todas las almas necesitadas de redención y sobre toda la humanidad. ¡Unidos en la oración en el Señor!
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.