Queridos amigos, paz a vosotros desde Jerusalén, ¡desde Getsemaní!
El tiempo pascual es un tiempo fuerte en el que tenemos la posibilidad de profundizar en el gran misterio de la resurrección. No se debe entender solo con la razón, resultaría inaccesible y abstracto, se debe conocer en la vida, con fe y humildad. "El viento sopla donde quiere y oyes su voz - dice Jesús a Nicodemo - pero no sabes de dónde viene y adónde va: así es todo el que ha nacido del Espíritu”. ¡También nosotros podemos percibir el viento, pero precisamente como dijo Jesús no sabemos dónde va ni de dónde viene! Así es también el Misterio de la Resurrección: ¡no podemos poseerlo, pero lo experimentamos y un día lo viviremos nosotros mismos! Del mismo modo lo vivieron los discípulos: a medida que conocían al Señor resucitado se hicieron cada vez más dóciles a la voz y al don del Espíritu Santo. Se volvieron grandes a los ojos de los que les rodeaban, pero su secreto me parece que lo narra su ‘pequeñez’ y la continua necesidad que tenían del Señor resucitado.
También nosotros estamos llamados a ser así: amantes del Señor y a hacer primar la belleza del Resucitado en nosotros, a pesar de todas las dificultades que esta pandemia está provocando, insinuando en nosotros palabras, pensamientos y sentimientos que nos alejan del Señor. Dejemos que sea Él quien hable y diga la última Palabra a esta humanidad, ¡Él puede! Tiene derecho y lo hará, si nosotros estamos disponibles.
A este propósito, recordemos cómo, en la antigüedad, los obispos hacían las llamadas ‘catequesis mistagógicas’ a los neófitos cristianos que acababan de recibir los sacramentos de iniciación. Estas catequesis tenían la tarea de instruir a los nuevos miembros de la Iglesia, explicándoles lo que habían vivido. ¡Así hace el Señor con nosotros! En el Evangelio hay frases que están llenas de luz y fuerza sobrenatural (¡es su Palabra!) que piden nuestro consentimiento, nuestro amor y nuestra docilidad para dejarle hacer al Señor: "Entonces les abrió la mente a la inteligencia de las Escrituras, y les dijo: “Así está escrito, el Cristo padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día" (Lc 24, 45-46). Otra frase que me conmueve, y es iluminadora, se encuentra siempre en el contexto del Cenáculo, después de la última Cena y el lavatorio de los pies. Jesús dice a los suyos: "¿Comprendéis lo que he hecho por vosotros?" (Jn 13, 12). Es como si, acercándose a mí, mirándome amorosamente y llamándome por mi nombre, me dijera: "Todo esto lo he hecho por ti, por todos vosotros, mis amados hijos".
¡A la luz del Misterio de la Resurrección esta Palabra adquiere un significado denso y profundo! Nos cuenta todo el Misterio de su Pasión y de su amor desmesurado por todos nosotros. Esta Palabra que he compartido con vosotros, es la que yo he recibido. ¿Cuál es la Palabra que el Señor os ha dado? ¿Qué quiere decir a la vida de cada uno? ¿Qué significado esconde su Palabra? ¡Dejémonos provocar por el Señor! Vivamos en comunión con Él, como Jesús nos testimonió en la relación íntima y profunda con el Padre (Jn 5,17-30; 10,22-30; 14,7-14).
Oremos por toda la Iglesia, por la humanidad en busca de sentido, para que en todo cristiano pueda haber una relación con el Señor cada vez más profunda, íntima y viva, a la escucha de lo que Él desea de nosotros en este tiempo de gracia.
¡Feliz espera del Espíritu Santo y renovado Pentecostés en el Señor!