Queridos amigos de Getsemaní, el Señor os conceda su paz. En esta época del Año Nuevo estamos viviendo con esperanza y expectativa el declive de la pandemia. Muchos de nosotros, con razón, manifestamos el deseo de volver a ‘hacer’ lo que antes se vivía. ¡Un deseo legítimo! Sin embargo, debemos reconocer que no será así. Algo ha cambiado y nosotros también tendremos que ser conscientes de ello.No es importante "medir" nuestro presente, nuestra vida, por lo que hacíamos antes. Ciertamente es necesario permanecer concretos y prácticos. El trabajo sirve para ganarse la vida, las cosas materiales que tenemos requieren cuidado y dedicación asidua... cada uno tiene sus propias responsabilidades. Nos parece más oportuno, para ayudarnos a confrontar nuestra vida presente, hacerlo a la luz de nuestra frágil condición humana que, como constatamos, sin Dios no tiene sentido.En nuestra humilde opinión nos parece importante subrayar que el "trabajo" más noble y hermoso, que no es cuantificable pero es de importancia fundamental, es el cuidado de las relaciones, la atención a las personas, la ‘sed' y el ‘hambre' del alma, que misteriosamente nos une y nos congrega. Esta, estamos convencidos de ello, es la misión primordial que el Señor pide ejercer responsablemente a cada uno de nosotros en la propia realidad en la que Dios nos ha destinado. Vosotros, en vuestra casa, en el lugar donde os encontráis, en vuestra comunidad... y nosotros en este lugar santo con las personas que el Señor nos da para vivir y encontrarnos. En el Evangelio de la semana pasada Jesús afirmaba: "la medida que uséis la usarán con vosotros; y con creces” (Mc 4, 24). El lugar santo que custodiamos habla de ¡la “desmesurada medida” con la que el Señor nos ha amado! He aquí la belleza de la novedad, antigua y siempre nueva.Te deseamos ti, querido lector, y a todos vosotros, queridos amigos del Jardín de la obediencia, que podáis ser partícipes de este ¡’desmesurado amor’ de Cristo por toda la humanidad! Benditos seáis, bendecidnos también vosotros.
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.