En este tiempo de Navidad contemplamos el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Nunca dejaremos de asombrarnos ante este don infinito. En él está todo: el designio de salvación preparado por Dios Padre Altísimo, que se cumple en la disponibilidad del Hijo, al venir a ''poner su tienda entre nosotros'' (Jn 1, 14). Pero no solo esto, en el Misterio de la Encarnación está también la presentación de la Redención, con toda su fuerza que, si por una parte levanta nuestra mirada de la tierra al cielo, por otra sabemos que la reapertura de las puertas del Paraíso ha tenido lugar por los méritos de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, en la mansedumbre y en la entrega de sí mismo: manifestación suprema del Amor. Pensemos en María Virgen y en san José que, en el asombro de tener en sus brazos al Amor hecho carne, se preguntaban seguramente cuál sería el modo en el que se realizaría la Redención de toda la humanidad. Estos misterios se escapan de nuestra capacidad de comprender plenamente, pero podemos intuir alguna luz, por su gracia. Un ejemplo de luz para mí fue la Palabra que escuchamos este segundo domingo de Navidad: el prólogo de Juan. Comienza así: ''Al principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios'' (Jn 1, 1). Sí, lo reconocemos, tiene un lenguaje un poco difícil porque el Apóstol escribe en griego. Pero os invitaría, en vuestra oración, con gran respeto, a especificar quién es este ''Verbo''. ¡Es Jesús! En consecuencia, sin quitar nada del texto original, podríamos escuchar todo el prólogo de Juan con estas o similares palabras: ¡En el principio era Jesús, el Hijo del Altísimo; Él estaba con Dios y Jesús era Dios! ' ... ''Él estaba en el principio con Dios: todo se ha hecho por medio de él, y sin él nada se ha hecho de todo lo que existe'' (Jn 1,2-3). ¡Precioso! Con asombro somos tomados de la mano por el Evangelista que poco más tarde afirma: ''Y el Verbo se hizo carne...'' (Jn 1, 14). ‘Y Jesús, el Hijo del Altísimo... ''se hizo carne y puso su tienda entre nosotros; y hemos visto su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad''. Este es solo un pequeño ejemplo… Pero contemplando, rezando al Señor en el Santísimo Sacramento, ¡podremos escuchar a Jesús mismo que nos cuenta este inmenso misterio, que nos precede, que nos envuelve y nos toma de la mano! Alabemos, demos gracias, bendigamos al Señor hoy y siempre por su inmenso Amor hacia nosotros, sus pequeños hijos. Pidamos el don de poder crecer en la fe en Él en este tiempo particular. ¡Feliz año! (Ps: la parte subrayada es interpretación nuestra)
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.