Paz a todos vosotros desde el Jardín que el Señor amaba. Estamos celebrando la Pascua del Señor, “el Señor está con nosotros hasta el fin del mundo” (cfr Mt 28, 20). A pesar de esto, no podemos esconder que también está la evidente presencia del mal, que lleva a muchas personas a sentirse y encontrarse aún en el Viernes Santo; basta pensar en el conflicto actual, en el que nosotros mismos no podemos comprender cómo en el tercer milenio están sucediendo estos horribles acontecimientos. Nos gustaría hacer algo y a menudo no sabemos qué: rezar, interceder y ofrecer. Más de una vez hemos dicho que es otra la batalla que estamos llamados a vivir: ¡la verdadera lucha de hecho es de carácter espiritual! (Ef 6,12).En este sentido os compartimos un pensamiento de san Juan Pablo II, que consideramos que ofrece un gran consuelo: “El límite que Dios ha impuesto a la acción del mal es el misterio de la Encarnación y de la Redención” (San Juan Pablo II, Memoria e Identidad, Introducción). El Papa polaco reformula esta maravillosa intervención divina otorgándole el nombre más querido para él: es la misericordia de Dios. El mundo, y cada uno de nosotros, tenemos necesidad del Señor, necesitamos al Príncipe de la Paz, el rostro misericordioso de Dios. Que esta certeza nos ayude a contemplar una vez más el modo de actuar de Dios, el rostro misericordioso de Nuestro Señor Jesucristo, Dios Trino y Uno, que vive por los siglos de los siglos. Amén. El Señor está vivo, ha resucitado. Aleluya.
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.