Queridos amigos del jardín del Señor, paz a vosotros.
En estos días de espera del don del Espíritu Santo, desde este jardín místico, contemplamos con asombro el misterio de la Redención que se manifiesta en la Ascensión y Pentecostés. Hemos dicho "jardín"… De hecho, en el gran portal de nuestra Basílica, se representó artísticamente un gran árbol de latón, con cuatro ramas atornilladas sobre sí mismas, y cada uno de ellos custodia a un evangelista narrando el versículo del Evangelio que se refiere a Jesús en Getsemaní. ¡Esto sorprende maravillosamente! Estamos en un jardín, ahí está el árbol... todo recuerda el antiguo jardín del Edén en el que Dios había colocado el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Si en aquel jardín Dios había prohibido a la humanidad extender la mano hacia el árbol del conocimiento, en ESTE jardín contemplamos cómo Dios mismo, en su propio Hijo, da a conocer su Amor desmesurado por la humanidad. Es como si Dios Padre, en su Hijo amado, en el pan de los ángeles, en el Buen Pastor que da su vida por las ovejas, en el Cordero inmolado, nos repitiera a cada uno de nosotros: "Ven, no tengas miedo, extiende tu mano, mira mis heridas, pon tu dedo en la herida y toca, no seas incredulidad... ¡Soy yo! " (Cf. Jn 20:19-31).
En esta Hora Santa, contemplando la Presencia del Señor, agradezcamos, ¡alabemos siempre al Padre por este Amor sobrehumano! Que el don del Espíritu Santo nos guíe a su Jardín para llevarnos a la Verdad completa. Que guíe a la humanidad por el camino de la Paz.
El Señor os bendiga, feliz Pentecostés
