Queridos amigos de Getsemaní, ¡el Señor os conceda su
paz!
Este mes deseo compartir con vosotros una luz que el
Señor me ha ‘regalado’ y que aún la percibo llena de amor, y cuando pienso en
ello, todavía me conmueve. Estoy convencido de que no es solo para mí. Estaba
celebrando la misa votiva de Getsemaní, y se había sumado un pequeño grupo de
mexicanas que viven en América. Después de explicar a los peregrinos el
Evangelio típico de Getsemaní, en el que el Señor expresa su deseo a los
discípulos de siempre: "Permaneced aquí conmigo, orad y velad conmigo"
(Mt 26,38.41), deseaba dar una última palabra, pero era el momento culminante,
en el que acabábamos de recibir el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor
Jesucristo. ¡Había silencio y un recogimiento orante! Y fue precisamente en ese
momento que me encontré como un niño rezando en silencio: "¡Quédate aquí
conmigo, Señor!". Una emoción me sobrecogió y una cierta conciencia… “Este
es absolutamente el momento más íntimo, en el que los hijos podemos pronunciar
su Palabra y hacerla que se convierta en oración, petición y acción de gracias:
"¡Quédate aquí conmigo, Señor!" ¡Su deseo en nosotros, y nuestro
deseo de Él!
Estoy convencido de que son múltiples las ocasiones en
que cada uno de nosotros puede repetir esta oración: desde el niño que tiene
miedo de estar solo por la noche al anciano abuelo que se encuentra al final de
sus días, listo para pasar a la vida verdadera en la eternidad. O desde la
joven que, emocionada y toda preocupada, junto a su marido se acaricia la
barriga lista para entrar en la sala de partos... a la novia que se encuentra
emocionada de dar el paso hacia el altar para pronunciar con su esposo ese
"¡Sí, para siempre!"… “Señor, ¡quédate con nosotros!" Así, del
mismo modo, el que se encuentra huyendo de su país en busca de un futuro mejor,
como también el que está sufriendo hambre y frío bajo las bombas: "¡Señor,
quédate aquí con nosotros! ¡Protégenos!"
Esta oración y deseo de Cristo pronunciados en este
Jardín nos 'visita' a cada uno de nosotros, en el lugar en el que nos
encontramos, tal como estemos. Nos toma de la mano y nos hace salir de nuestras
soledades, que a menudo nos 'muerden' y hacen sangrar el alma creada por el
Eterno. Desde el 'jardín' más visitado por Dios, nuestro corazón, elevemos
juntos esta súplica, este deseo del Amor que desea ser amado, y digamos por
toda la humanidad, con toda la Iglesia: "¡Quédate aquí con nosotros,
Señor!”
El Señor os bendiga
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.