Desde el jardín del Señor, ¡paz a vosotros!
En estos días la liturgia de la Palabra nos está narrando la historia de la salvación y el encuentro que el pueblo de Israel tuvo con Dios, que se manifestó con poder, liberándolo de la esclavitud. Es superfluo que recordemos que los faraones cambian los nombres pero no los vicios, así como la esclavitud, que tiene circunstancias y rostros diferentes, pero los frutos son siempre los mismos: ¡un rostro obligado a mirar hacia la tierra en vez de mirar hacia el Cielo, meta de cada alma! Dios se manifiesta en el Sinaí, a través de nubes, relámpagos, truenos y un sonido de trompeta muy fuerte. Todo el monte temblaba, más aún el pueblo, y el humo subía como un horno ardiente, ¡es la famosa "teofanía"! (Ex 19,16-19). La escena parece apocalíptica, pero dentro de esta teofánica situación el texto afirma con cierta serenidad: "Moisés hablaba y Dios le respondía con voz de trueno" (Ex 19, 19).
Nace espontánea una reflexión, el Dios poderoso y grandioso del Sinaí ¿es el mismo Dios que en Jesús AQUÍ en Getsemaní suplica y reza? Hay una evidente desproporción: en la primera alianza Él se manifiesta en la fuerza y en la conmoción de la naturaleza hasta tal punto que la creación parece "doblegarse" a la manifestación divina mientras que en Getsemaní todo es silencioso, oculto y débil, sin embargo, hemos llegado al acto redentor, la nueva y eterna Alianza; AQUÍ se realiza realmente la verdadera liberación de lo que nos hace esclavos eternamente. ¡El Cordero inmolado apaga esos dardos ardientes que afligían la humanidad mortalmente, y toma sobre sí el pecado del mundo! ¡Sólo Dios puede hacer esto, sólo el Hijo de Dios! ¡Podemos decir que nuestra redención pasa a través del minúsculo 'ojo de una aguja': es el "Sí" del Hombre-Dios que devuelve a Dios al hombre! ¡Es el buen Pastor, que viene a tomar la humanidad perdida. Es un inmenso y oculto "Sí" que redime el mundo! Es el Sí de Dios que llama al "Sí" de la Virgen María Santísima, de San José el justo, y nos imaginamos un infinito cielo estrellado, del que cada estrella representa el "sí" pronunciado y vivido por el grupo de los santos y de todo hombre de buena voluntad. Un simple "sí" que permite al Padre actuar y llevar amor y salvación, nuestro consentimiento. Este es el poder de un "sí", "no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22,42).
Participemos con alegría y esperanza en el proyecto de amor del Padre, el ejemplo es siempre Él, el Señor Jesús. También nosotros podemos ser corderos en el Cordero inmolado, a su imagen y semejanza, no desistimos en implorar la misericordia y la Paz para este mundo inquieto. Permanezcamos en oración junto al Señor con mucha perseverancia, es Él quien nos lo pide, hoy más que nunca.Bendiciones, desde Getsemaní