“ASPIRANDO SIEMPRE A LOS BIENES ETERNOS”
(De la oración colecta)
Queridos amigos de Getsemaní, ¡que el Señor os conceda su paz!
Desde este jardín en el que estamos viviendo por privilegio de Dios, aún percibimos la responsabilidad y el don de invitaros a orar por la paz ¡sin cansarnos! Aquí el Señor Jesús luchó para redimirnos y reconciliarnos con Dios. "Él es nuestra paz, el que de los dos pueblos ha hecho uno, derribando el muro que los separaba: el odio" (cf.Ef 2,14-16).
Me parece apropiado este mes de agosto compartir con todos vosotros un pensamiento muy profundo que puede ayudarnos a crecer en la fe en el Señor mediante la ayuda de María Santísima. De hecho, el 15 de agosto celebramos el misterio de María, que es asunta al cielo en cuerpo y alma; este hecho prodigioso sucedió aquí mismo en Getsemaní: la Virgen Santa, por voluntad divina, es envuelta en luz celeste y llevada a la gloria celestial. El Hijo de Dios resucitado viene a recogerla para llevarla consigo. Es siempre la creencia popular quien le da el título de "Reina del cielo y de la tierra". Significa simplemente que ella no desaparece sino que está siempre presente en la historia de la salvación, basta pensar en las apariciones que han tenido lugar a lo largo de los siglos y hasta hoy.
María es para todos nosotros signo de consolación y esperanza. Es la nueva Eva, aquella que ha cumplido la voluntad del Padre, como el Hijo, y por esto Dios, el Altísimo, la premia. Ha participado y cumplido su misión en la historia de la salvación, como hija del Padre, madre del Hijo, esposa del Espíritu Santo. Y he aquí el pensamiento que deseamos compartir con vosotros: podemos rezar a nuestra Madre, la Asunta, la Reina del cielo y de la tierra, con una firme certeza y una gran confianza, sabiendo que a Ella le basta una mirada al Hijo, y el Redentor ¡no puede sino escucharla! El Eterno Padre Dios, por ese 'Sí' que ha hecho revivir a la humanidad, no ceja en darle su 'Sí'.
En el prefacio de esta solemnidad oiremos cantar: "Hoy ha sido elevada a los cielos la Virgen, Madre de Dios; ella es figura y primicia de la Iglesia, que un día será glorificada; ella es ejemplo de esperanza segura y consuelo del pueblo peregrino. Con razón no quisiste, Señor, que conociera la corrupción del sepulcro la que, de modo admirable, concibió en su seno al autor de la vida, tu Hijo encarnado". Pronunciemos también nosotros con fe ese Amén, así sea... para que la voluntad de Dios se cumpla también en nosotros.
"Dios omnipotente y eterno, que has elevado a la gloria del cielo en cuerpo y alma a la inmaculada Virgen María, Madre de tu Hijo, concédeno, aspirando siempre a las realidades divinas, lleguemos a participar con ella de su misma gloria. Por nuestro Señor Jesucristo." (Colecta de la solemnidad de la Asunción).